En un entorno tan potente, la referencia del proyecto no podía ser otra que el paisaje: mar, plástico, desierto, montañas. Frente a las construcciones circundantes, con una iconografía cargada de tics culturales nostálgicos, el consultorio, en su modesto tamaño, se configura como hito en el paisaje y como lugar para su contemplación. Los recursos utilizados para ello son los de la abstracción. Un objeto desprovisto de referencias compositivas e iconográficas que se deposita en el paisaje. Posteriormente este objeto es sometido a un proceso de complejización a través del color, el reflejo, la aleatoriedad, la transparencia y la superposición, que lo hace sensible al lugar y al espacio.
El esquema de funcionamiento interior se invierte de forma que los espacios comunes puedan tratarse con una mayor libertad. El paisaje se recupera para los pacientes, y hacia él vuelcan las zonas de espera. La imprecisión de las zonas de tránsito y estancia, frente a la fuerte definición de las consultas, permite crear un espacio liso que sigue unas reglas propias. Las transparencias, los reflejos, las superposiciones y los ecos del exterior configuran un espacio que a pesar de su elementalidad, fluctúa entre la claridad y la indefinición, la contemplación y la introversión.